Género y sexismo lingüístico

Artículo de Ute Gabriel and Pascal Gygax (2016) que he traducido del inglés al castellano:

 [Gabriel, Ute and Gygax, Pascal (2016): Gender and Linguistic sexismo.  En Howard Giles & Anne Maass (Editores), Advances in Intergroup Communication. New York, NY: Peter Lang Publishing.]

 

            Creo que vale la pena leerlo (como otros que iré colgando sobre este tema) porque proporciona muchos conocimientos y, por tanto, además de hacernos más sabios y sabias (!) en temas relativos a la comunicación entre los géneros masculino y femenino, nos dota de argumentos para contrarrestar las explicaciones de las personas que pontifican que, por ejemplo, el género gramatical no marcado de las lenguas indo-europeas (cómo el catalán y el castellano) no nos remite al género masculino.


Quien lo desee puede saltarse el "Resumen" y la "Teoría de la auto-categorización" (es una teoría de psicología social) e ir directamente al tercer punto: "La gramaticalización del género". Es una sugerencia dirigida sobre todo a los no psicólogos sociales. También podéis obviar las “Conclusiones” y centraros, por tanto, en los puntos centrales del artículo.

 

Resumen

El lenguaje, como vehículo de representaciones, puede resaltar, acentuar o incluso difuminar los límites entre grupos. Esta idea es ilustrada por los géneros gramaticales y el uso normativo de términos masculinos en los idiomas generizados (con conciencia de género) que, a pesar de que potencialmente guardan un significado general en cuanto al género, conduce a una invisibilidad femenina demostrada empíricamente, e incluso a la exclusión de la mujer en las representaciones de género. La mera existencia de marcadores de género semánticos (por ejemplo, en francés "doctoresse”) o semánticos (llamar a un doctor "doctora ") activa las categorías de género, sugiriendo que el género es relevante incluso cuando no lo es, perpetuando así las diferentes expectativas y los estereotipos de género.

       Por consiguiente, en este capítulo abordaremos el problema de la "gramaticalización del género" desde la perspectiva de las relaciones intergrupales. Usando la teoría de la identidad social, y más concretamente la teoría de la auto-categorización (Turner, Hogg, Oakes, Reicher, y Wetherell, 1987), deducimos que la gramaticalización del género contribuye fuertemente a la saliencia o accesibilidad de la categoría social "género". En relación a esto, nosotros consideramos que el uso dual de formas gramaticalmente masculinas para referirse tanto a las personas en general (formas genéricas) como a los hombres en particular (como formas de género especifico) es un reflejo de las jerarquías entre grupos y ayuda a definir los límites entre los mismos de una manera que perjudica a las mujeres.

       Nuestra investigación complementa los trabajos previos aplicando la teoría de la auto-categorización a efectos de la comunicación generizada (por ejemplo, Palomares, 2004, 2012), ya que no nos centramos en las consecuencias comunicativas de la identificación mediante un género, sino en cómo las características particulares de un idioma ayudan a convertir a dicho género en una categoría, demarcando los limites intergrupales a fin de incluir o excluir a las mujeres en el discurso general y promover u obstaculizar la participación de las mujeres en áreas específicas.

Como punto de partida para nuestro argumento, presentamos los conceptos de auto-categorización y gramaticalización del género. Demostramos cómo estos pueden presentarse entrelazados y discutimos la evidencia empírica reciente a la luz de este nuevo enfoque. Luego, nos centramos en el uso asimétrico de las formas gramaticales del género, algo frecuente en muchos idiomas generizados, y en sus consecuencias para la invisibilidad generalizada de la mujer en el discurso, así como para el sentido de pertenencia de los individuos.

       En este contexto, discutimos la neutralización y la feminización como enfoques lingüísticos para hacer frente a las consecuencias negativas de la gramaticalización del género, algo que ha sido promovido por instituciones políticas reguladoras del lenguaje. Y concluimos describiendo las direcciones de investigación fijadas.

 

TEORÍA DE LA AUTO-CATEGORIZACIÓN

El capítulo 1 de este volumen (ver Giles y Maass) describe la notable influencia de la teoría de identidad social (por ejemplo, Tajfel y Turner, 1986), adaptada y ampliada dentro del campo de la comunicación por Giles, colegas y otros, en la investigación de los procesos psicológicos sociales que subyacen en la conducta grupal. La teoría de la auto-categorización (Turner et al, 1987; Greenaway, Peters, Haslam y Bingley en este volumen), que se encuentra enmarcada a su vez dentro de la amplia teoría de identidad social, postula que los actos de auto categorización cognitivos de los individuos proveen el fundamento psicológico para los procesos grupales. Turner y sus colegas (1987) sostienen que las representaciones cognitivas del "yo mismo" toman la forma de auto categorizaciones con al menos tres niveles de abstracción que son relevantes para el concepto social de uno mismo: las auto categorizaciones basadas en la identidad de uno como ser humano, la auto categorizaciones que definen a uno mismo como miembro de ciertos grupos sociales (y no de otros), y las auto categorizaciones basadas en la diferenciación de uno mismo respecto a otros miembros del grupo de pertenencia. Se cree que las formas en que solemos categorizarnos a nosotros mismos (junto con el contenido de esa categoría) afecta nuestras experiencias y comportamientos sociales, por lo que la pregunta sobre cuáles son los factores que determinan cuál de nuestras auto categorizaciones latentes se convierten en salientes en una situación dada es central para el tema de la identidad social. En pocas palabras, la teoría de la auto-categorización postula que la saliencia de una categoría es producto de la interacción entre la accesibilidad relativa a una categoría en una situación dada, y el ajuste entre el contexto y las características de dicha categoría. La accesibilidad de una categoría (es decir, la predisposición individual a utilizarla) no sólo depende de las expectativas o necesidades actuales de la persona, sino también de sus experiencias anteriores (Turner, Oakes, Haslam, y McGarty, 1994).

Un elemento central de este capítulo es la noción de que la auto-categorización despersonaliza la auto-percepción, lo que lleva a las personas a inscribirse en categorías que generan un sentido de pertenencia y suscitan procesos mentales y comportamientos que se ajustan al prototipo de los elementos del grupo; en otras palabras, la auto-categorización motiva a las personas a estereotiparse (Hogg y Reid, 2006).

 

       Los medios por los cuales las auto-categorías se generan o construyen son un elemento fundamental para entender el concepto de auto-categorización. En este capítulo argumentamos que la gramaticalización de género contribuye a la saliencia  (siguiendo la terminología de la teoría de la auto-categorización) del género como categoría mejorando el acoplamiento entre el lenguaje utilizado y las categorías de género (porque el lenguaje es un material de estímulo que contiene información sobre el género) y aumentando la disposición de una persona para utilizar el género como una categoría dándole mayor sentido o relevancia (uno está más predispuesto a acudir al uso del género, ya que esta información es necesaria en la elaboración del discurso).

 

GRAMATICALIZACIÓN DEL GÉNERO

Los sustantivos y pronombres que hacen referencia a los seres humanos pueden contener información sobre el género. En todos los casos (o al menos en la mayoría de ellos), el sexo de la persona mencionada se codifica semánticamente o lexicalmente. En otras palabras, el sexo del referente constituye parte del significado de la palabra. Por ejemplo, en inglés, las palabras queen y she se refieren a una persona de sexo femenino, mientras que King  y he aluden a una persona de sexo masculino. Del mismo modo, las palabras "Catwoman" y "Spiderman" se refieren inequívocamente al sexo de sus referentes. La codificación semántica del género opera de una manera similar a la codificación semántica de otras categorías en los sustantivos, como los que se utilizan para referirse a grupos de edad (bebés, niños, adultos), orientación sexual (lesbiana, gay, heterosexual) (véase Fasoli, Maass, y Sulpizio, en este volumen) o apariencia física (gigante, enano). Sin embargo, el género de los referentes humanos también puede ser codificado gramaticalmente.

       Un lenguaje es considerado como lenguaje de género gramatical si las palabras relacionadas con los sustantivos deben estar gramaticalmente acordes con la forma del sustantivo. Esta concordancia es la esencia de los sistemas de géneros gramaticales (Corbett, 1991). Los sistemas de género pueden estar compuestos por dos, tres o más géneros gramaticales, y pueden estar basados en el sexo (o en la distinción entre lo humano/no humano o lo animado/inanimado). De hecho, 112 de las 257 lenguas (44%) incluidas en el Atlas Mundial de las Estructuras del Lenguaje (Wals, Dryer y Haspelmath, 2013) poseen un sistema de géneros y, en 84 casos, este sistema se basa en el sexo. En los sistemas de géneros basados en el sexo, la asignación del género para los seres animados normalmente refleja el sexo del referente (por ejemplo, Regarde la danseuse en francés [Mira la bailarina]) en lugar del sexo de quien habla (en el ejemplo anterior, tanto los hablantes masculinos como femeninos usarían la misma forma; no obstante, ver Dunn (2014) para ejemplos de lenguajes que marcan el género del hablante). En Inglés, el género se especifica sólo en los pronombres personales, haciendo de este idioma un raro ejemplo de un sistema de géneros pronominal (Corbett, 1991); además, visto que los pronombres hacen referencia al sexo de los referentes humanos y que casi todas los entes no humanos son referidos como "it" (eso), el inglés ha sido descrito como un lenguaje de géneros naturales (Stahlberg, Braun, lrmen y Sczesnyg, 2007). Por lo tanto, se considera que el inglés ocupa una posición intermedia con respecto a la gramaticalización del género; el género no se gramaticaliza de la misma forma que en  los idiomas de género gramatical basados ​​en el sexo (como el francés o el alemán), pero, no obstante, se gramaticaliza con más frecuencia que en las lenguas que carecen de gramaticalización basada en el sexo (como el finés o el chino mandarín).

       La gramaticalización del sexo de los referentes tiene consecuencias. EL trabajo de Slobin (2003)

"Thinking for Speaking" sostiene que, debido a que las lenguas varían en cuanto a las opciones que ofrecen para la codificación gramatical, también varían en cuanto a la influencia que ejercen sobre los procesos mentales relacionados con la expresión lingüística. En el caso de los sustantivos ocupacionales (es decir, sustantivos que se refieren a actividades u ocupaciones), el alemán, por ejemplo, proporciona señales morfológicas y gramaticales para distinguir a los referentes de acuerdo a su género. Para describir un evento en alemán, por ejemplo, "el profesor ofreció una poderosa y memorable conferencia," el orador debe seleccionar entre "die Professorin" (la profesora) y "der Professor" (el profesor), mientras que en inglés, el orador no estaría obligado a indicar el sexo, pero podría añadir marcadores de género, por ejemplo: El profesor mujer o el profesor hombre.

En algunos idiomas no se puede evitar proporcionar información sobre el sexo de un referente. Por consiguiente, estos idiomas obligan tanto a los hablantes como a los oyentes a considerar (consciente o inconscientemente) el género de los referentes. Esto también se aplica a la lectura y escritura, aunque en el enfoque de "Thinking for Speaking" esto generalmente se discute dentro del contexto de la elaboración del discurso. Los lectores de lenguas generizadas basadas en el sexo, a diferencia de los lectores de lenguas no generizadas o no basadas en el sexo, pueden esperar razonablemente que el género de los referentes se encuentre codificado gramaticalmente y, por lo tanto, que pueda rescatarse desde el texto.

Un reto para los idiomas que tienen un sistema de géneros basado en el sexo es el de determinar qué género gramatical se debe utilizar en los casos en que el género de los referentes no se conoce o es irrelevante, o cuando se trata de un grupo de género mixto. Ante este problema, existen diferentes soluciones posibles. Una de ellas es el uso de los pronombres epicenos (por ejemplo, el pronombre "they" en inglés) o sustantivos epicenos (por ejemplo, en francés “une personne” [una persona] se utiliza para referirse a hombres y mujeres por igual); otra solución es la invención de nuevas formas de señalar "cualquier género", como en el caso del pronombre personal en tercera persona "hen" en sueco (Gustafsson-Senden, Volver, San Lindqvist 2015), o la sugerencia del alemán sobre utilizar el sufijo -x como en la palabra "Professx" (profesor) (véase AG feministisch Sprachhande ln der Humboldt de Berlín Universitatzu [2014]).

       Una solución común en las lenguas indoeuropeas (para excepciones, ver Corbett, 1991) es el uso dual de las formas gramaticales masculinas. Si bien los nombres ocupacionales femeninos cuyos rasgos son marcados de forma gramatical y morfológica siempre indican que el referente es femenino, las formas gramaticales masculinas pueden utilizarse para indicar a referentes masculinos (significado específico), referentes masculinos y femeninos, o cuando el género es irrelevante (sentido genérico).

       Una consecuencia semántica de esta regla de significado dual es que las formas masculinas se vuelven ambiguas (lrmenScKurovskaja, 2010). Una consecuencia social es que se estaría implicando que el género humano por defecto es masculino, contribuyendo así a la invisibilidad de las mujeres en el discurso (Martyna, 1980). Por tanto, el uso de formas masculinas de forma genérica ha sido criticado debido a que relega a la mujer a un segundo lugar (es decir, es una práctica sexista), observación que es compatible con la amplia evidencia empírica de que la interpretación espontánea predominante de las formas masculinas es superior, haciendo menos probable que un significado genérico sea transmitido con éxito (Stahlberg et al., 2007). Además, cuando una persona considera el uso genérico de formas masculinas como algo problemático, en la mayoría de los casos esta percepción resulta ser inversamente proporcional al nivel de aprobación de dicha persona a las tendencias sexistas (Sarrasin, Gabriel, SL Gygax, 2012). En resumen, los requisitos para la especificación del género de los referentes varían entre los diferentes idiomas. Pero el punto de mayor interés para este capítulo es que las lenguas de género marcado requieren que el género de los referentes sea codificado gramaticalmente, y en la mayoría de estos idiomas (al menos en las lenguas Indo-Europeas) las relaciones jerárquicas del lenguaje se han implementado de tal manera que algunas formas (como por ejemplo, la forma masculina) tienen más de un significado y se utilizan para referirse a una persona cuyo sexo se desconoce o es irrelevante en el contexto, o bien para un grupo que incluye a personas de ambos sexos. Es precisamente debido a esta asimetría (por ejemplo, formas femeninas = mujeres, mientras que formas masculinas = hombres u otros significados)  en lugar de la simple existencia de los sistemas de géneros basados ​​en el sexo, que muchas personas califican a algunos idiomas como sexistas (véase también Stahlberg et al, 2007).

 

IMPACTO PERCEPTIVO Y SOCIAL DE LA GRAMATICALIZACIÓN

DEL GÉNERO

Como mencionamos anteriormente, sugerimos que la gramaticalización del lenguaje contribuye a la saliencia de las categorías de género en dos maneras diferentes: en primer lugar, cuando el sexo de los referentes humanos se caracteriza morfológicamente o fonológicamente la relevancia perceptiva del género se acentúa y, en segundo lugar, la necesidad de marcar el sexo de los referentes humanos hace que el género se convierta en una categoría significativa y contribuye a la sensibilidad general hacia el género. Este último argumento se basa en el postulado de que las lenguas de género basado en el sexo obligan al orador a prestar una atención rutinaria a la categoría de género de la persona o personas a las que se refieren. En resumen (y siendo todos los demás factores iguales), el género como categoría social debería salir a la superficie con mayor facilidad para los hablantes de lenguas de género basado ​​en el sexo que para los hablantes de otras lenguas. No hay que olvidar, sin embargo, que hablar un lenguaje de género basado en el sexo no es un requisito previo para la auto-categorización en términos de género, ya que existen muchas otras variables (no todas relacionadas con el lenguaje) que contribuyen a la saliencia de la categoría de género (es decir, las distribución real de los géneros, los rasgos de género perceptibles, tales como la vestimenta, etc.). Al evaluar las consecuencias de la gramaticalización del género en términos de percepción y correlación social hay que tener en cuenta que el lenguaje se aprende a través de interacciones sociales y, por lo tanto, es inevitable la influencia de factores sociales y culturales en el proceso de aprendizaje. Los hablantes de una lengua pueden diferir de los hablantes de otra lengua en otras variables culturales relevantes, aparte del lenguaje hablado. Algunos de los autores cuyas investigaciones presentamos en esta sección, han abordado esta cuestión centrándose en los hablantes bilingües (Dong, Wen, Zeng, 2014; Sato, Gygax, y Gabriel, 2013), mientras que otros han realizado comparaciones lingüísticas cruzadas, buscando reducir al mínimo o controlar la variedad observada dentro de la muestra (Chen & Su, 2010; Guiora, Beit-Hallahmi, Fried, Yoder, 1982; Wasserman y Weseley 2009).

 

¿Afecta la gramaticalización a la saliencia de las categorías de género?

Chen y Su (2010) y Dong y colegas (2014) pusieron en evidencia una diferencia entre el inglés y el chino, a saber:  que el inglés diferencia entre los pronombres femeninos y masculinos, mientras que el chino (al menos de forma oral) no lo hace.

Dong y colegas (2014) examinaron los errores en el género pronominal cometidos por un grupo de alumnos chinos con dominio del inglés, al ser expuestos a frases en este último idioma con pronombres que no coinciden con el género del sujeto, el cual fue especificado de forma previa (ejemplo: Mark (antecedente masculino) va al zoológico todos los días después del trabajo para observar a los animales y relajarse. Ella (pronombre femenino) considera que es la mejor manera de relajarse). En línea con la hipótesis de que los hablantes chinos rara vez procesan la información sobre el género del referente a través de mecanismos lingüísticos, los autores encontraron un efecto de paridad-imparidad (es decir, les toma mayor tiempo la lectura cuando el género del pronombre no coincide con el género del nombre que cuando sí lo hace) en los chinos cuyo segundo idioma es el inglés, pero solo cuando el antecedente (por ejemplo, Mark) que precede al pronombre fue presentado mediante una foto concordando con su género.

En una comparativa realizada sobre el desempeño de hablantes de chino e inglés, específicamente en las áreas de escucha (Experimento 1) y lectura (Experimento 2), Chen y Su (2010) descubrieron que estos respondieron con menos precisión a las preguntas relacionadas con el género que a las no relacionadas, mientras que la precisión en la respuestas de las personas de habla inglesa era independiente del tipo de pregunta. Por otra parte, las personas de habla inglesa respondieron con mucha más rapidez a las preguntas relacionadas con el género que a las no relacionadas, mientras que este no fue el caso para los chinos.

 

Sato y colegas (2013) investigaron los efectos de la información del género gramatical sobre los sustantivos en personas bilingües en francés (lenguaje de género basado en el sexo, es decir, donde los sustantivos son marcados gramaticalmente por el género) e inglés (donde los nombres no son marcados gramaticalmente por el género). Encontraron un efecto de transferencia en su lenguaje primario, en particular para los bilingües menos equilibrados en su segunda lengua: los hablantes de francés nativos interpretaron los nombres en inglés de acuerdo con las correspondientes marcas de género gramatical francés, mientras que los hablantes de inglés nativos ignoraron las marcas gramaticales del francés, ya que no están disponibles en inglés. Esto puede interpretarse como un indicativo de que la disposición para buscar marcadores gramaticales de género depende del nuestro lenguaje nativo o lenguaje principal.

Hace más de 30 años, Guiora y  colegas (1982) pusieron a prueba la habilidad de los niños de entre 16 y 42 meses de edad para categorizarse a sí mismos como individuos femeninos o masculinos. Todos los niños que participaron en el experimento eran monolingües, de idioma hebreo, (sistema de géneros basado en el sexo), el inglés (sistema de géneros pronominal basado en el sexo) o el finés (sin sistema de géneros). Más del 50% de los niños nativos en hebreo fueron capaces de clasificarse correctamente a sí mismos como femeninos o masculinos desde los 25-27 meses en adelante, mientras que la mayoría de los niños nativos ingleses y fineses no fueron capaces de hacerlo hasta alcanzar la edad de 34-36 meses. En conjunto, estos resultados proporcionan evidencia preliminar de que la gramaticalización del género influye en la facilidad con la que surgen las categorías de género en el discurso.

 

¿Influye la gramaticalización en el sexismo y en la igualdad de género?

Tan sólo conocemos dos estudios que han explorado el impacto de la gramaticalización del género en variables distintas a la predisposición y saliencia perceptual o lingüística; uno sobre el sexismo (Wasserman y Weseley 2009), y uno sobre la igualdad de género (Prewitt-Freilino, Caswell, ScLaakso, 2012). Este impacto no es evidente por sí mismo, ya que se podría argumentar que si bien la mera existencia de un sistema de géneros basado en el sexo puede ser interpretado como indicio de que una comunidad lingüística le concede suficiente importancia a las diferencias sexuales como para garantizar su representación dentro de las categorías gramaticales, esto no implica necesariamente que los sexos sean evaluados o tratados de manera diferente.

Wasserman y Weseley (2009) argumentaron que las lenguas de géneros basados en el sexo sugieren que las mujeres y los hombres son diferentes y que, debido a que las mujeres han sido tradicionalmente un grupo social oprimido, esta noción de diferencia puede traducirse en una constante intimidación hacia las mujeres, considerándolas como seres inferiores y atribuyéndole connotaciones negativas a la constante búsqueda de la igualdad de oportunidades por parte de las mujeres (p. 635).

En su tercer experimento, estudiantes bilingües de bachillerato leyeron un pasaje de 80 palabras de una novela y completaron una encuesta sobre actitudes sexistas, pudiendo ser en inglés (sistema de género pronominal) o español (sistema de géneros basado en el sexo). Satisfaciendo las expectativas de los investigadores, los estudiantes que leyeron el pasaje y respondieron a la encuesta en inglés tendían a expresar actitudes menos sexistas que los estudiantes que leyeron y respondieron en español. A pesar de que estos resultados ilustran potencialmente el efecto de la gramaticalización sobre el sexismo, deben ser interpretados con precaución, ya que el diseño del experimento no identificó con claridad los mecanismos cognitivos subyacentes o de motivación que influyeron en las respuestas de los participantes.

Prewitt-Freilino y sus colegas (2011) también investigaron la relación entre el género gramatical y la igualdad de los géneros sociales, aunque solo de forma empírica. Ciento once países fueron clasificados, de acuerdo a la relevancia gramatical del sexo en su idioma(s) oficial(es), en generizados (73), no generizados (26) o de género natural (11), utilizando los criterios creados por Stahlberg y colegas (2007). El análisis, que tomó en cuenta la ubicación geográfica, la tradición religiosa, el sistema de gobierno y el índice de desarrollo humano, reveló una diferencia significativa entre las lenguas generizadas y las no generizadas dentro de la escala conocida como Brecha Global de Género (Hausmann, Tyson, y Zahidi, 2009), lo que refleja principalmente el hecho que los países del grupo de lenguaje generizado obtuvieron puntuaciones más bajas en el sub-índice de participación económica que los del grupo de lenguas no generizadas. El pequeño grupo de países que habla una lengua de género natural recibió la puntuación más alta en la Brecha Global de Género  (Global GenderGap), reflejando principalmente el hecho de que el acceso de las mujeres al poder político es relativamente elevado dentro de ese grupo.

Una vez más, aunque sean potencialmente ilustrativos respecto al impacto de la gramaticalización, estos resultados deben ser interpretados con precaución, ya que es difícil vincular los efectos a las similitudes lingüísticas (en lugar de las similitudes histórico-culturales). El grupo con un lenguaje de género natural está compuesto por tan sólo dos sub-grupos: un geográfico-lingüístico (países escandinavos con lenguas nórdicas) y otro que compartía antecedentes históricos de colonización británica (siete países donde el inglés se había convertido en uno de los idiomas oficiales como resultado de la colonización). Por otra parte, no fue posible desligar los efectos de la gramaticalización y la asimetría en el uso de formas gramaticales de género, en base a los datos disponibles sobre las diferencias en las brechas de género entre el grupo de idiomas generizados y el grupo de idiomas no generizados.

 

ASIMETRÍAS EN EL USO Y PERCEPCIÓN DE LAS FORMAS GRAMÁTICAS

 

Se han utilizado diversos métodos para investigar la manera en que los lectores de lenguas con género marcado interpretan las formas masculinas y femeninas (por ejemplo, seguimiento ocular en Esaulova, Reali, y von Stockhausen, 2014; actividad magneto-encefalográfica en Molinaro, Barbero, Pérez, Parkkonen, y, Carreiras, 2013; mediciones ERP en Caffara, Siyanova- Chanturia, Pesciarelli, Vespignani, Cacciari, 2015; empleo de un lenguaje artificial en Ott18cBehne, en revisión). En líneas generales, los estudios empíricos sobre el uso de las formas masculinas indican que, incluso cuando puedan ser interpretadas como genéricas, los lectores son más propensos a interpretarlas de manera específica, al menos en situaciones que carecen de información lingüística o no lingüística contradictoria.

Creemos que esta tendencia a interpretar las formas masculinas como formas que se refieren únicamente a los hombres tiene fuertes implicaciones para las cogniciones auto-relevantes basadas en la pertenencia al grupo (auto-estereotipos) y, por consecuencia, para los intereses profesionales y las opciones ocupacionales.

 

"¿Qué significa esto?" Formas gramaticales masculinas y límites del grupo

 

Aunque la gramaticalización del género ayuda a la saliencia de la categoría de género, usar formas masculinas genéricamente para referirse a todos los miembros de un dominio contribuye a la incertidumbre de las mujeres acerca de si la forma masculina marca un límite de género o no. Dicho de otra manera, se crea una ambigüedad en cuanto a si su grupo (mujeres) pertenece a ese dominio en particular. Esto es absolutamente crucial, ya que el sentido de pertenencia es esencial para el compromiso y la motivación al éxito (Walton y Cohen, 2007). Vervecken, Hannover, y Wolter (2013) demostraron que en los idiomas alemán y holandés (idiomas de género basado en el sexo) las asociaciones de género en los niños (6 a 12 años) y la percepción del éxito ocupacional en mujeres y hombres se vieron influenciadas cuando las ocupaciones estereotípicamente masculinas eran referidas utilizando sólo la forma masculina (que puede ser interpretada como genérica) o en la forma tanto femenina como masculina (llamada forma dual o pareja). El interés de las niñas (pero no la de los niños) por ocupaciones masculinas resultó influenciado por la forma utilizada; las niñas mostraron menos interés hacia estas ocupaciones cuando se presentaron sólo en forma masculina que cuando se presentaron en forma dual, mientras que el interés de los chicos no se vio afectado por la forma lingüística (para resultados similares en francés con una muestra de adolescentes de entre 14 a 15 años, ver Vervecken, Gygax, Gabriel, Guillod, ISL Hannover, 2015).

Stout y Dasgupta (2011) demostraron que en inglés el uso del pronombre "él" para referirse al candidato ideal durante una entrevista de trabajo simulada, llevó a las mujeres a reportar un menor sentido de pertenencia, menor motivación para obtener el empleo y la expectativa de sentirse menos identificadas con el trabajo, que cuando el entrevistador utilizó genéricos de género neutro ("one"; "he or she"). La elección del pronombre fue vista como un indicativo sobre si los participantes del grupo (en este contexto, las mujeres) tenían o no derecho a ser miembros de la categoría correspondiente. El uso de "él", aunque presumiblemente con la intención de emplear un pronombre genérico, parece haber sido percibido por las mujeres como una indicación de ostracismo.

Horvath y Sczesny (2016) también demostraron que los evaluadores de los candidatos se vieron influenciados por el lenguaje durante la evaluación de las candidatas que aspiraban obtener cargos directivos de alto nivel.

Del mismo modo, en una investigación basada en la evidencia de que la memoria se ve afectada por la relevancia personal. Crawford e Ingles (1984) demostraron que las participantes de sexo femenino, y no los de sexo masculino, recordaron mejor la descripción de las profesiones (psicólogo, abogado, etc.) cuando se utilizaron pronombres incluyentes en cuanto a género, en comparación a cuando sólo se utilizaron pronombres masculinos.

 

Superando los límites - Modelo de Activación del Significado

 

Aunque pueda parecer que la interpretación específica de las formas masculinas es la predominante, las razones subyacentes de este hecho aún no están del todo claras. Recientemente hemos propuesto, provisionalmente, una explicación basada en un modelo de activación del significado (Lévy; Gygax, y Gabriel, 2014). En línea con el modelo de activación-selección (Gorfein, Brown y Debiasi, 2007), las palabras se representan como un conjunto de atributos ponderados, cuya activación inicial (por ejemplo, si al leer "derecha" se activa el concepto de "opuesto a la izquierda" u "opción política") depende de su ponderación de activación general. La selección de un significado particular (por ejemplo, "opción política" aumenta la ponderación de los atributos asociados a este significado y, por lo tanto, aumenta la probabilidad de que este significado sea activado en el futuro. Dentro del contexto del procesamiento de los sustantivos ocupacionales usando la forma masculina, se podría argumentar que el significado que se les atribuye resulta determinado por la ponderación relativa de las características asociadas a los significados específicos y genéricos.

Esta ponderación depende a su vez de la frecuencia con la que los lectores se han visto expuestos a los dos significados. Dada la secuencia en la que se aprenden los significados, el significado específico por lo general se aprende un par de años antes que el significado genérico (Gygax, Gabriel, Sarrasin, Garnham y Oakhill, 2009). Y puesto que en la sociedad contemporánea hay más ocupaciones masculinas estereotipadas que femeninas (Gabriel, Gygax, Sarrasin, Garnham, y Galthill, 2008; Miserskyetal., 2014), lo que es probable que dé como resultado una mayor exposición de los hombres en las noticias de los medios de comunicación, es razonable suponer que el significado específico se activa con mucha más frecuencia.

 

La evidencia de que existe un modelo de activación del significado procede de una serie de estudios experimentales en francés (Gygax y Gabriel, 2008; Gygax et al, 2012; Levy et al, 2014), en los que se intentó modificar el vínculo hombre = masculino. En todos estos experimentos se les presentaron a los participantes parejas palabras que consistían en un término de afinidad femenina o masculina en su forma singular y un sustantivo ocupacional en la forma plural masculina (por ejemplo, soeur [hermana] - musiciens [los músicos] o frère [hermano] -musiciens [ músicos]). Se les pidió que indicaran si la persona mencionada por el término de afinidad podría ser parte del grupo mencionado por el sustantivo ocupacional (por ejemplo, ¿podría una niñera ser parte de un grupo de músicos?). Los resultados en todos los experimentos, independientemente de las manipulaciones experimentales adicionales, mostraron que los participantes dieron una menor cantidad de respuestas positivas (y de forma más lenta) en las parejas de palabras experimentales que incluían un término de afinidad femenina (por ejemplo, una hermana) en lugar de un término de afinidad masculina (por ejemplo, un hermano), indicando así una tendencia a interpretar la forma masculina en el sentido de género específico antes que en el sentido genérico,. Gygax y Gabriel (2008, Experiment 2) mostraron que la activación del significado genérico de la forma masculina podía incluso disminuir en ciertos contextos. Por ejemplo, cuando se presentó a los participantes con nombres en la forma femenina en una tarea preliminar no relacionada, sus respuestas en la tarea principal experimental  indicaron de una forma aún más intensa que interpretaban la forma masculina en su sentido específico  (por ejemplo, incluso menos respuestas positivas a a parejas de palabras experimentales que  incluían un término de parentesco femenino). Dicho de otra manera, activar la forma femenina = mujer parecía, tal vez a través de un mecanismo de contraste, aumentar la activación relativa de la forma masculina = hombres.

En un intento de modificar la activación inicial de la interpretación genérica de

las formas masculinas, Gygax y sus colegas (2012) recordaron explícitamente a los participantes la regla de que la forma masculina puede ser interpretada como una forma genérica y se les dieron instrucciones para tener en cuenta la regla a la hora de completar el experimento. Aunque el recordatorio condujo a un aumento de respuestas positivas a las parejas de palabras experimentales que incluían un término de parentesco femenino, los participantes todavía se mostraban mucho más lentos a la hora de responder positivamente a estas parejas que a aquellas que incluían un término de parentesco masculino. Los autores argumentaron que esto se debía a que el significado específico de la forma masculina siempre se activa a través de un proceso pasivo (es decir, incontrolable). Mientras que el significado genérico sólo se activa a través de un proceso estratégico, que no es capaz de anular el proceso de activación pasiva. En la terminología del modelo de selección de activación, un recordatorio explícito de la interpretación genérica de la forma masculina no es suficiente para compensar el peso de los atributos asociados con su significado específico.

Levy y colegas (2014) usaron una manipulación experimental más sutil para intentar aumentar el peso relativo de la interpretación genérica de la forma masculina. Aumentaron gradualmente la proporción de parejas en la tarea, incluyendo un término de parentesco femenino en vez de un término de parentesco masculino (el papel sustantivo estaba siempre en forma masculina) Esto pareció aumentar la activación de la interpretación de género:  a medida que aumentaba la proporción de parejas que incluían un término de parentesco femenino aumentado, se hacía más probable que los participantes aceptaran los sustantivos de parentesco femenino en las parejas de formas masculinas. Un simple aumento en la exposición a parejas femenino-masculino fue suficiente para borrar parcialmente el límite marcado por el uso de las formas masculinas.

Esta investigación documenta el hecho de que los lectores pueden ser obligados a comprender las formas masculinas de una manera genérica, y que esto - en línea con un modelo de

activación de significado - se logra más fácilmente mediante la exposición de las personas a estímulos específicos que explicando cómo debería o podría ser interpretada una forma gramatical.

 

ESTRATEGIAS PARA ELIMINAR LA ASIMETRÍA

 

La asimetría en el uso de las formas de género gramaticales ha sido un tópico de debate político desde la década de ls 70. Se han sugerido alternativas lingüísticas y se han establecido en países europeos en varios grados (por ejemplo, Moser, Sato, Chiarini, DmitrowfDevold, Sc Kuhn, 2011 No obstante, pese a que los hablantes de lenguas conscientes de género son percibidos positivamente (Vervecken y, Hannover, 2012), la implementación de este tipo de lenguaje está lejos de ser una empresa fácil (por ejemplo, Koeser, Kuhn y Sczesnyq 2015; Kuhn y Gabriel, 2014). Se han sugerido dos estrategias principales para eliminar la asimetría (para una revisión, ver Hellinger y Pauwels, 2007): visibilidad por feminización (por ejemplo, el uso de formas duales en alemán: Studentinnen und Sludenten [estudiantes varones y mujeres]), y des-generización por neutralización  por ejemplo, una sola forma para referirse a los hombres y las mujeres, como las formas nominalizadas alemán. p.ej.,Studierende [los que estudian]).

En la terminología de la teoría de la auto-categorización, las estrategias de neutralización ayudan a hacer menos saliente la categoría de género, mientras que las estrategias de feminización mantienen la categoría de género saliente, pero (a) tratan de aumentar la visibilidad de las mujeres en el discurso al referirse explícitamente a ellas y (b) evitan el uso asimétrico de las formas gramaticales masculinas y femeninas.

Aunque las estrategias de neutralización deberían conducir a cambios interesantes en las representaciones mentales de género de hablantes y lectores (y comportamientos asociados) aún no se les ha concedido mucha atención, pese a que hay dos estudios relevantes disponibles (Gabriel & Gygax, 2008; Sato, Gabriel, y Gygax, 2016). En Noruega, los sufijos femeninos se han ido quedando obsoletos, y los hablantes cada vez se han visto más expuestos a formas masculinas que se refieren a las mujeres (como en la manipulación experimental de Levy et al., 2014). Gabriel y Gygax(2008) encontraron que la estrategia de Noruega ha dado lugar una forma gramatical predominantemente masculina, perdiendo parcialmente su significado en función del género No obstante, sus resultados también indican que las representaciones de género de los lectores estaban basados en estereotipos de género.

A primera vista, estos resultados señalan otra forma de discriminación con un origen diferente.

En alemán los participios y los adjetivos nominalizados no tienen marca de género, a diferencia de los sustantivos (por ejemplo, sustantivos: der Student (masculino) (el estudiante varón), die Studentin (femenino) [la estudiante); formas nominalizadas: die / der Studierende [el/la que está estudiando). Un estudio realizado por Sato y colegas (2016) mostró que las formas

nominalizadas dan lugar a representaciones más equilibradas que sus sustantivos masculinos semánticamente relacionados.

Aunque las estrategias de feminización pueden conducir a una saliencia de género, incluso en las ocasiones en las que el sexo de referencia puede ser irrelevante desde la perspectiva del orador, se ha alegado -y se ha demostrado empíricamente - que aumentan la visibilidad de las mujeres en el discurso porque se refieren explícitamente a las mujeres (por ejemplo, Gabriel et al., 2008).

No obstante, algunos autores han argumentado que la feminización sólo tendrá éxito si las formas femeninas son seleccionadas y utilizadas con cuidado. Merkel, Maass, y Frommelt (2012) observaron que las mujeres profesionales italianas a las que se mencionaba mediante formas femeninas simétricas de nuevo cuño (por ejemplo, en presidentes (el presidente femenino) fueron percibidas como poseedoras del mismo estatus social que aquellas que fueron descritas con formas masculinas (por ejemplo, il Presidente), mientras que las mencionadas por las formas femeninas tradicionales (por ejemplo, Ia_presidentessa [el presidente de género femenino), una palabra que también fue usada históricamente para referirse a la esposa del presidente) se les atribuía un menor estatus social.

Una nota semejantemente cautelosa fue apuntada por Formanowicz, Bedynska, Cislak,Braun, y ocSczesny (2013) en su investigación en el contexto polaco de cómo la evaluación de las solicitantes femeninas de empleo estaba influida por la forma gramatical en la que se presentó su profesión. A lo largo de tres estudios, las solicitantes femeninas de empleo con una denominación del empleo en forma femenina en sus CVs fueron evaluadas menos favorablemente que los candidatos masculinos y femeninos solicitantes que usaron una forma  gramaticalmente masculina. Del mismo modo, Budziszewska, Hansen, [ScBilewicz (2014) encontraron que los hombres, pero no a las mujeres, percibían a las mujeres descritas con nombres de empleos femeninos como menos cálidas y no significativamente menos competentes que las mujeres con títulos de trabajo masculinos.

Resumiendo, cualquiera de estas estrategias (feminización y neutralización) tiene ventajas y desventajas, y decidir qué estrategia adoptar depende de los objetivos específicos y del contexto lingüístico y social. Sin embargo, más quedan por hacer más investigaciones para delimitar las consecuencias de cada una de las estrategias.

 

 

CONCLUSIONES

 

 

En este capítulo, nos hemos centrado en cómo las características particulares de la lengua ayudan a hacer del género una categoría saliente e influencian los límites intergrupales. Hemos alegado que estas características influyen en el grado en que las mujeres están incluidas en el discurso general y en dominios específicos.

Existe mucha variación en los idiomas en la medida en que se gramaticaliza el sexo  del referente humano. Si se gramaticaliza el sexo, hablantes y oyentes deben estar continuamente pendientes de los referentes de género. Hemos argumentado que la gramaticalización de género contribuye a la saliencia de las categorías de género, lo cual lo hace más probable que el género se utilice como base para la auto-categorización.. A pesar de su impacto en las interacciones sociales ha sido relativamente poco estudiada, hay evidencias que apoyan esta hipótesis. Por ejemplo, Palomares (2004), demostró que las diferencias de comunicación basadas en el género solamente surgen cuando el género es saliente. Son precisas investigaciones adicionales para entender mejor cómo el uso de referencias marcadas gramaticalmente con el género contribuyen a esta dinámica.

A su vez, la gramaticalización del género plantea inevitablemente la cuestión de cómo indicar que el género es irrelevante. El uso asimétrico de formas gramaticales -que sigue siendo generalizado - no es una solución, ya que la ambigüedad potencial tiene consecuencias que alcanzan más allá del discurso. Las estrategias de neutralización y de feminización como alternativas para un uso genérico de términos masculinos han merecido una atención desigual por parte de la investigación empírica. Lo que es lamentable, ya que, aunque ambas estrategias apuntan un mismo objetivo (proporcionar igualdad de género), pueden provocar efectos colaterales dispares. En el contexto de los grupos raciales y étnicos, las diversas ideologías de daltonismo y multiculturalismo han provocado efectos dispares, por ejemplo, sobre los estereotipos y los prejuicios, y en los miembros de las mayorías y de las minorías (Rattany Ambady 2013). Una vía fructífera para la investigación accesoria podría ser, pues, comparar cómo las estrategias lingüísticas afectan a las interacciones entre los grupos, explorar si tienen resultados dispares para mujeres y hombres, y si la pertenencia a un grupo predice el apoyo de cualquiera de estas estrategias

En el pasado, este tema ha atraído la atención de la mayoría de los interesados en el idioma Inglés, pero el cuerpo de investigación centrado en otros idiomas está creciendo. Ampliar la diversidad de los idiomas estudiados es muy positivo, ya que esto puede permitirnos diferenciar mejor los efectos generales de los lingüístico-culturales.